«Federico Melchor. Testimonio de una vida. La generación del 36 que se enfrento al fascismo». Ediciones de Intervención Cultural


Federico Melchor fue un dirigente de las Juventudes Socialistas Unificadas, fue también uno de aquellos militantes que impulsaron al principal partido de la guerra en las condiciones más duras y que, con el fin de la misma, tuvo que vivir los aciagos días del exilio y de la reconstrucción de la razón democrática. 

Pero, más allá de todo eso, fue una de esas personas que, como decía Giorgio Gaber: Era comunista porque necesitaba impulsarse hacia alguna cosa nueva. Porque sentía la necesidad de una moral diferente. Porque quizá sólo era una fuerza, un vuelo, un sueño, una inquietud de cambiar las cosas, de cambiar la vida. Sí, alguien era comunista porque, junto a esta inquietud, cada uno era más…más de sí mismo. Era como dos personas en una. De una parte la persona cansada de la cotidianidad y, de la otra, la persona que tenía el sentido de pertenencia a una raza que quería alzar el vuelo para cambiar verdaderamente la vida. Aún era, de todas formas, algo más. Perteneció a la generación del 36. Una de las generaciones más extraordinarias de este país, con la que tenemos una deuda eternamente pendiente. Aquella que abandonó sus sueños individuales para fundirse, desde su juventud, en los colectivos. Aquella que, como relataba Rosa Luxemburg, en una carta escrita desde prisión en los momentos iniciales de esta tradición: Necesito, por consiguiente, tener a alguien que me crea cuando digo que sólo por error danzo en el torbellino de la historia mundial. Y es que efectivamente Federico Melchor fue uno de esos militantes a los que su deseo de cambiar la vida de los demás cambió también completamente la suya.

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